Esta noche la libertad - concurso Paradela

El Inspector Jules Maigret posó con reverencia su eterna pipa en los labios y recorrió con la vista toda la estancia. Le llamó la atención la cantidad de libros de poesía y los tan dispares objetos de las estanterías que tenía ante sus ojos.

El almirez -o majador- podía ser un arma defensiva en un momento dado, pero no había huellas que buscar ni rastro de sangre que analizar, estaba de visita. Entre todos lo habían decidido: "Esta noche, la libertad" y tú -que estás repetido- serás el afortunado. Así que debía moverse con cuidado para no delatar su presencia. Delicadamente -algo casi impensable viendo su ruda figura- tomó un libro, al azar, entre las manos y se sentó en el sillón y de forma instintiva, como cuando estaba en su casa, prendió una cerilla y con una profunda aspiración, encendió la pipa, formando una nube gris azulada sobre su cabeza.

A Mariajesús la despertó el olor almizclado del tabaco. Si no estaba soñando ¿quién andaba por su casa y entre sus preciadas cosas?... Despacio y sin hacer ruído y sin encender la luz, salió de la cama dispuesta a todo. Al llegar a la salita el espectáculo era verdaderamente de locos: sentado en su sillón favorito estaba el inspector Maigret -ella lo conocía bien- fumando tranquilamente, leyendo un libro y a su alrededor, uno al lado del otro, siete inspectores Maigret cabeza abajo y con las palmas de las manos en el suelo en lugar de los pies, oyendo la voz áspera, como de papel de lija, del auténtico inspector recitando:

Uno dice lo que dice, mas no dice lo que piensa.
Los espejos no reflejan: transparentan.
Todo mira fascinante de frente, pero no existe.
Todo vuelve por detrás y es lo real, invisible.
En lo que veo, no veo; en lo que no veo, creo;
en toda imagen apunta una múltiple presencia,
palpitante intermitencia del corazón: confusión;
y así me siento indeciso como un pobre hombre perdido,
como tú que ¿quién eres?, como yo que ¿quién soy?
Los espejos que me escupen hacia fuera, y hacia dentro
me proponen transparencias de distancias y silencios,
deben ser, quiero que sean, para mis obras ejemplo,
con mucha luz hacia fuera, con más secreto hacia dentro.
Juego al juego, sí, con trampa, como hay doblez en los versos.
Así...

Ninguno de los ocho Maigret se percató de su presencia, así que Mariajesús volvió sobre sus pasos con una sonrisa en los labios y recitando los últimos versos de Celaya:


Así se cuentan las cosas que nos pasan cada día,
y bien contadas parecen fascinantes y sin alma.
Si se piensa, nada es lo que se ve en el espejo.
La luz grande es un abismo y un estúpido misterio.

y se volvió a quedar dormida.

Nota: Haciendo clic en la fotografía se aprecian mejor sus detalles y se comprenderá el sentido del relato.
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Mariajesús, gracias por dejarte enredar y mandarme esos versos grabados en tu propia voz.