Natación, política, labor humanitaria. , la nadadora más laureada del deporte español, no para. Opta a los premios Laureus junto a Nadal y la selección española de fútbol
JOSEBA ELOLA 31/05/2009
Al cura le tuvo que avisar de antemano para que no gritase:
"¡Milagro!". El reto que se planteó Teresa Perales para el día de su boda estaba a la altura de sus hazañas paralímpicas: obsequiar a su futuro marido con un momento irrepetible. Entrenó durante meses, sin que él supiera nada.
Teresa Perales, esta semana, en la estación de trenes de Atocha, Madrid.- ÁLVARO GARCÍA
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"No me gusta la compasión de la gente ni el desprecio; hago más cosas que otros aunque vaya en silla"
Fue el 8 de enero de 2005. "¡Que viene la novia, que viene la novia!", se empezó a murmurar en los bancos de la iglesia. Todo el mundo esperaba ver llegar en silla de ruedas a la heroína paralímpica, a la mujer de la blanca sonrisa, a la chica paralizada de cintura para abajo desde los 19 años. Pero Teresa Perales entró en la iglesia caminando. Sobre sus propios pies. Del brazo de su hermano. El silencio se convirtió en admiración. La admiración, en lágrimas de muchos invitados. El novio, estupefacto.
Teresa tuvo que entrenar durante meses para ese momento. Manejarse sobre unos bitutores, unas fundas para las piernas que van desde la planta del pie hasta la ingle, no es fácil: se apoya una cadera y un pie se dispara y avanza; se apoya la otra y se dispara el otro pie. La ganadora de 16 medallas paralímpicas, la nadadora más condecorada del deporte español, pasó horas y horas ensayando en el pasillo de 11 metros de casa de su madre. Planeó el día de su boda con la ambición y la pasión que le lleva a pulverizar récords.
Es la deportista más laureada del deporte español, un honor que comparte con otros dos deportistas paralímpicos que también tienen 16 medallas: Purificación Santamarta y Xavi Torres. De Pekín se trajo el año pasado cinco metales, motivo por el que es una de las tres representantes del deporte español, junto a Nadal y la selección española de fútbol, propuestos a los premios Laureus, que concede una academia de 46 leyendas vivas del deporte (Comaneci, Coe, Fittipaldi, Induráin) tras votación de medios de comunicación de 112 países.
Fue luchadora de kárate hasta que, a los 19 años, una enfermedad neurológica la trasladó a una silla de ruedas. Entonces empezó su larga lucha. Una lucha por superar todas esas barreras que nacían a su alrededor. Estudió Fisioterapia, empezó a competir en las paralimpiadas, llegaron los éxitos, las primeras medallas. Y junto a éstos, la oferta de entrar en política, en las filas del Partido Aragonés Regionalista: fue diputada en las Cortes aragonesas, directora general de atención a la dependencia y número uno en la lista del PAR al Congreso de los Diputados en 2008. Actualmente preside las juventudes del PAR (Rolde Choben) y es asesora de fomento y deporte en el Ayuntamiento de Zaragoza. "Es una de esas personas en las que te fijas para ver que nada es imposible en esta vida", declara Manuel Blasco, su actual jefe en el Consistorio. "Es una mujer todoterreno, cae bien en todos los sitios. Es competidora; dura cuando tiene que ser dura; dialogante. Soy un fan suyo", dice Blasco, teniente de alcalde del Ayuntamiento.
El padre de Teresa Perales se levantaba todos los días a las seis de la mañana para meterse en una cámara frigorífica a 30 grados bajo cero; trabajaba en una empresa de ultracongelados. Ella también se levanta a las seis, pero para ir a nadar a la piscina. "Me siento libre en el agua, el agua es mi amiga", cuenta, con su blanca sonrisa, en la estación de Atocha de Madrid. Teresa acudió el martes pasado al Congreso de los Diputados para informar de la situación de los deportistas paralímpicos.
Su padre murió cuando ella contaba 15 años. "La edad del pavo se me cortó de cuajo", dice, y tuerce por un momento el gesto. Trasiego de pasajeros en la estación, murmullo de avisos por megafonía y Teresa Perales, después de tres cuartos de hora de entrevista, llevada por el recuerdo, ofrece una reflexión que casi resume una vida:
"La muerte de mi padre me enseñó que lo único que no tiene solución es la muerte. Todo lo demás tiene solución. Yo no necesito ponerme de pie para caminar. Yo simplemente camino a mi manera. Y la silla no me ha impedido hacer grandes cosas en mi vida. He estado en el desierto, me he subido a una duna, he sido la primera aragonesa en acabar el rally de la Baja España-Aragón, he dado la vuelta al mundo un montón de veces, he hecho submarinismo, he montado a caballo... Y lo que me queda por hacer. La silla nunca va a ser un impedimento. A lo mejor me encuentro con un escalón que me hace sentir impotente, pero sólo si hay gente alrededor que me pueda ver y veo que hago el ridículo si me tengo que tirar al suelo. Yo he subido tres pisos a culo, en un sitio en que no había ascensor, para hacer un tratamiento [como fisioterapeuta] a una paciente. Y la mar de feliz".
Su amiga Ana Sanz recuerda más de un mitin en que Teresa Perales tuvo que subirse al escenario a rastras. "Pero llegaba arriba con una sonrisa, como si nada hubiera pasado", recuerda Sanz. "Teresa es la fuerza y la sonrisa. Tiene una capacidad de esfuerzo brutal. Le da tiempo a hacer de todo, su vida es como la de 20 personas".
La heroína paralímpica tiene su receta sobre cómo afrontar la existencia, la teoría del espiralismo: "Uno debe crear su propia espiral de optimismo y felicidad". Su vida ha cambiado mucho y su entrenador, Ángel Santamaría, echa de menos aquellos días en que era más espontánea: "Ha aprendido a ser políticamente correcta. Ahora es mucho más culta, pero me gustaba la naturalidad que tenía antes".
Teresa se define como una mujer pasional que siempre presupone la bondad en los demás. "No me gusta la compasión de la gente ni el desprecio; hago más cosas que otros aunque vaya en silla", dice. Cuenta que su vida va por ciclos olímpicos: "A la vuelta de Sidney, conocí a mi marido; a la vuelta de Atenas, me casé; y ahora, a la vuelta de Pekín, espero algún día tener un niño. Desde luego, el pistoletazo de salida está dado".
Ha colaborado con múltiples ONG. Ha estado cinco veces en el desierto para convertir en suya la lucha del pueblo saharaui. Y quiere seguir luchando por cambiar la realidad. "Tengo la sensación de que estoy aquí en este mundo para hacer algo grande, no sé el qué. Espero no perderme en el camino. Una de mis ilusiones sería ser embajadora de Naciones Unidas". Y Teresa Perales sonríe.
Son dignos de admiración. Nos dan una lección de vida a cada momento.
ResponderEliminarUn abrazo