jueves, 2 de septiembre de 2010

RCA: Campamento de refugiados

Al norte de Batangafo, a dos horas en coche por una carretera de laterita, se encuentra el pueblo de Kabo, el último al que se puede llegar sin riesgo. A partir de ahí, y hasta la frontera con Chad, el Ejército regular y los rebeldes mantienen enfrentamientos continuos por el control de la zona. Decenas de poblados han tenido que ser abandonados por el aviso del Ejército (FACA) de que iban a “barrer” la zona en busca de rebeldes.
Según el último informe de la Oficina del Representante Especial del Secretariado General para niños y conflictos armados, hay varios grupos rebeldes que controlan distintas zonas en la República Centroafricana. Y todos ellos secuestran y reclutan niños en sus ejércitos.
En la zona de Kabo, el grupo más activo durante muchos años era el Ejército Popular para el Restablecimiento de la República y la Democracia (APRD). Ahora está en proceso de desarme y han liberado a más de 100 niños que habían sido secuestrados durante años. Parecen inofensivos cuando paran a los todoterrenos de las ONG, miran en el interior y les dan paso levantando una rudimentaria barrera de madera. Lo mismo sucede con la Unión de Fuerzas Democráticas para la Integración (UFDR), que prácticamente han desaparecido.
Los que sí están en activo son el FPR, un grupo de chadianos que actúan como bandoleros y viven de robar a los embararas y a los vehículos que circulan por la zona; y sobre todo, las Fuerzas Democráticas Populares Centroafricanas (FDPC). Es contra estos últimos contra lo que han dirigido su ofensiva las FACA. El 25 de marzo pasado, los guerrilleros del FDPC secuestraron a un grupo de negociadores de Naciones Unidas para su desarme. A los pocos días ejecutaron a uno de los secuestrados y se disparó el conflicto.
Las FACA reunieron en abril a los jefes de las tribus de la zona, desde Kabo hasta la frontera con Chad, y les anunciaron una ofensiva en toda regla. Al que se quedara le considerarían cómplice del FDPC. En pocas semanas, la mayoría de los poblados han quedado vacíos. Entre 5.000 y 10.000 personas han dejado sus casas y han huido a donde han podido.
Se repite la historia. En 2008, durante los más duros enfrentamientos entre el Ejército regular y las fuerzas rebeldes, cerca de 12.000 personas tuvieron que abandonar sus poblados y vivieron meses en campamentos de desplazados. Muchos de ellos nunca pudieron volver a sus casas.
En abril, la Prefectura de Kabo, el alcalde y los jefes de tribu decidieron que había que volver a montar un campo de desplazados. Pidieron ayuda a Médicos Sin Fronteras y a Unicef, y en pocos días se pusieron en marcha ambas ONG, empezando a organizar el campo en un enorme descampado de 70.000 metros cuadrados (una extensión similar a siete campos de fútbol) a las afueras de la ciudad, de unos 16.000 habitantes.
La llegada al campo de desplazados, a medio montar, levanta una gran curiosidad. El makoundi (jefe) del poblado de Bokayanga, a 14 kilómetros al norte de Kabo, explica que llegó hace una semana con sus cerca de mil habitantes, pero que tuvieron que salir prácticamente con lo puesto. “El Ejército nos dijo que nos fuéramos de un día para otro y tuvimos que dejar nuestros animales. El poblado ha quedado vacío y no sabemos cuándo podremos volver. Aunque llevábamos meses teniendo que huir al campo un día sí y otro también por los enfrentamientos entre Ejército y rebeldes”.
Agustine Dienba tiene 64 años y 12 hijos. Su marido es agricultor y se ha quedado cerca del poblado donde vivían recogiendo mandioca para poder subsistir. Vendrá pronto. Agustine llegó el 17 de abril, después de dos días de viaje andando con sus hijos. Ahora están montando su chabola con palos. “Nos esperan meses muy duros”, explica la mujer, “ya sabemos lo que es esto, porque ya estuvimos aquí en 2008 durante más de un año”. Se deja fotografiar con su familia y enseguida vuelven al trabajo. Hay que montar la chabola pronto, porque en pocos días empezará a llover, “y aquí cuando llueve lo hace de verdad”.
Agustine y su familia han recibido dos kits de MSF para instalarse en el campo de desplazados. Cada uno de ellos tiene una lona grande para fabricar el tejado de la tienda, 2 mantas, 2 mosquiteras, 10 metros de cuerda, una esterilla, una barra de jabón, 4 platos, 4 vasos, 4 tenedores, 4 cucharas, un cuchillo, una olla, una jarra, un bidón para 20 litros de agua y un saco. Eso es todo lo que tienen. Aunque confían en que Naciones Unidas ayude en algún momento repartiendo alimentos.
El enorme descampado se va llenando poco a poco de familias que empiezan a construir sus viviendas. MSF ha repartido 600 kits de supervivencia y calculan que allí se instalarán cerca de 2.500 personas. ¿Cuánto tiempo? Nadie lo sabe.
Suzanne Kosina, 48 años, atiende a sus cuatro hijos mientras su marido trabaja en la preparación de la choza. Han encendido un fuego para hacer una sopa con lo que puedan encontrar. Se instalaron en el campamento hace dos días y han dormido en la esterilla, rezando para que no lloviera porque hasta esta mañana no han puesto la lona que hace las veces de tejado. “Es la primera vez que estamos en un campo de desplazados”, explica Suzanne. “En 2008 decidimos huir al campo y esperar escondidos a que pasaran los enfrentamientos. Pero esta vez hemos preferido venir aquí. No he podido traer casi nada, porque el Ejército nos echó de nuestras casas cuando los rebeldes instalaron un puesto de vigilancia en nuestro poblado. Pasamos mucho miedo mientras nos íbamos, oímos tiros y salimos corriendo”.
Como otras familias, la de Suzanne no sabe cuánto tendrán que pasar fuera de su poblado. “Llevábamos meses conviviendo con los rebeldes sin tener problemas. Nos pedían cosas, pero no eran violentos”, explica. “Pero ahora ha vuelto a empezar la guerra y nadie sabe lo que durará”.
El día avanza y no paran de llegar más familias. Los niños cuidan de los bebés mientras el padre y los mayores empiezan a montar la nueva vivienda con palos y ramas y la madre enciende el fuego.
En una esquina del campo de desplazados se amontonan mujeres y niños alrededor de un pozo de agua. La recogida del agua siempre ha sido cosa de mujeres en África, aunque, desde que llegaron los bidones de agua, los niños pueden ayudar en esas tareas, porque pesan menos que los viejos cántaros de barro. El pozo parece que está bastante lleno y mujeres y niños se afanan en sacar el agua con una larga cuerda mientras empieza a anochecer.
Con la oscuridad empiezan a encenderse hogueras. Decenas de fuegos para cocinar lo poco que tienen. La mayoría se alimenta de mandioca, un tubérculo parecido a la yuca, pero que contiene cianuro, por lo que exige un tratamiento antes de cocinarlo para no envenenarse. Primero hay que lavar el tubérculo durante varios días en el río para que salga el cianuro; luego se pela y se deja secar en el suelo, antes de molerlo y convertirlo en harina. Esa harina de mandioca frita en buñuelos es para muchos el único alimento.
Poco a poco se van apagando las hogueras y los desplazados intentan dormir entre un calor sofocante. En pocas semanas empezará la temporada de lluvias y estos últimos días son muy calurosos.
Campamento de refugiados
Un niño recoge mangos tras una de las primeras lluvias de la temporada.
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El jefe del poblado, con parte de su población.
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Agustine Dienba, con varios de sus 12 hijos.
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Niños del campo de refugiados de Bokayanga.
Campamento de refugiados
La recogida del agua siempre ha sido cosa de mujeres en África.
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Una mujer con sus dos hijos preparando la mandioca.
Campamento de refugiados
Una niña recoge termitas
Campamento de refugiados
Amanecer en el campo de refugiados.
Los agujeros negros del planeta en ELPAÍS.com

2 comentarios:

  1. Creo, Mariluz, que lo que tú quieres es echarme la pierna encima. Al final acabaré pidiéndote afiliación, ja, ja...

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  2. EL HOMBRE DESTRUYE SU FUTURO, DESTRUYENDO, O DESCUIDANDO A LA INFANCIA.
    LA SEMANA PASADA ESCRIBÍ UN HUMILDE ARTICULO SOBRE EL SACRIFICIO DE NIÑOS, COMO BOMBAS HUMANAS CONTROLADAS.
    VEO QUE EL CÍRCULO APOCALÍPTICO SE VA CERRANDO, YA TIENE DENTRO LA DESTRUCCIÓN DEL PLANETA, AHORA COMIENZA EL SACRIFICIO HUMANO, NADA MAS SEGURO QUE ANULANDO EL FUTURO.
    SALUDOS QUERIDA MARILUZ

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