lunes, 27 de mayo de 2013

Me río porque te ríes

risas

Me declaro enemigo público número uno de las risas enlatadas de las comedias de televisión. Para que comprobéis mi grado de manía, reconozco que nunca disfruté como es debido de El príncipe de Bel-Air (Fresh Prince) porque en una secuencia de risas enlatadas que se repetía sin cesar, una de las personas que se reía hacía un ruido final insoportable (una especie de quejido ocluido).
Cada vez que llegaba esa secuencia de risas, me fijaba en el sonido insoportable, mi mandíbula se tensaba, mis nudillos se ponían blancos… y mi atención sobre Will Smith o Caracartón se desvanecía. Sí, soy lo peor, lo sé.
La cuestión es que las risas enlatadas funcionan, y por eso se han usado durante tanto tiempo (aunque van de capa caída, afortunadamente: ahí tenemos un éxito como Modern Family).
Se dice que el primer programa que empleó risas grabadas fue The Hank McCune Show en 1950, aunque esta práctica ya era común en programas de radio o radioteatro, antes de la aparición de la televisión, usándose entonces público en directo. Incluso el ingeniero de sonido Charlie Douglas llegó a desarrollar la Laff Box, una máquina que reproducía risas, quejidos, suspiros, aplausos.

Neuronas espejo

La razón de que las risas ajenas nos induzcan la risa es que la risa, así como muchas otras actividades, es una actividad esencialmente social. Es decir, que reímos para transmitir a los demás que estamos contentos. Reímos con más frecuencia con otras personas, no solos. Si los demás ríen (u oímos risas ajenas, aunque sean grabadas), interpretamos que los demás están contentos, y por imitación también sonreímos o reímos, tal y como sucede con el contagio del bostezo.
En 1992, el científico italiano Giacomo Rizzolatti y su grupo de investigadores de Parma, Italia, estudiaban el cerebro de unos macacos con la esperanza de descubrir cómo el cerebro organiza los comportamientos motores. Concretamente se centraban en la región del cerebro denominada F5 o zona de premotricidad, la cual registra actividad cuando los monos realizan ciertos gestos, como por ejemplo recoger una nuez.
Rizzolatti descubrió que esa región cerebral se activaba no sólo cuando los monos estiraban la mano para tomar la nuez, sino también cuando veían a otros monos hacer lo mismo. Este fenómeno lo llamaría Rizzolatti “neuronas espejo”, y también se produce en los seres humanos. Unas neuronas que se activan cuando se realiza una actividad y también cuando se observa la misma actividad.
Las neuronas espejo, también, están detrás de nuestra empatía, nuestra capacidad de ponernos en la piel de los demás, del hecho que lloremos cuando alguien está triste, o que compongamos un gesto de dolor cuando el otro se da un martillazo en la mano.

Jajaja y otras cosas que imitamos

bostezos
La capacidad de imitar se origina incluso entre los bebés: si le sacamos la lengua a un bebé, éste seguramente repetirá la acción. Cuando otras personas susurran, tenderemos a bajar la voz. Cuando estamos cerca de personas ancianas, tendemos a cambiar más lentamente.
Si una persona habla de determinada manera (un acento, más culto de lo normal, con determinado deje), tendemos a imitarlo.
Tras salir de ver una película, imitamos durante un tiempo algunos de los rasgos del protagonista. El bostezo se contagia de un modo similar. Incluso si leemos la palabra bostezo, puede que bostecemos. Porque las neuronas espejo también se activan cuando leemos sobre lo que hace otras persona, tal y como explica Martin Lindstrom en Buyology:
Hace poco, un grupo de investigadores de UCLA utilizó la resonancia magnética funcional para observar el cerebro de los sujetos de un estudio mientras leían frases que describían una serie de acciones como “morder un melocotón” y “sujetar un bolígrafo”. Posteriormente, cuando los mismos sujetos miraban vídeos de personas haciendo esas dos sencillas acciones, se activaban en ellos exactamente las mismas regiones de la corteza cerebral.” Con sólo escribir las frases “rascar un tablero con las uñas”, “chupar un limón” o “gran viuda negra peluda”, lo más probable es que usted haga un gesto de desagrado o pavor (la mente visualiza el sonido desgarrador, el sabor ácido y las patas peludas subiendo por la pantorrilla).
Eso también podría explicar el éxito que tienen algunos creadores de vídeos por Internet, sobre todo los que se ruedan en primera persona, desde vídeos pornográficos hasta vídeos en los que alguien enseña cómo abre el envoltorio de el último modelo de smartphone que ha salido al mercado, contagiando su emoción al espectador al igual que una risa enlatada incita a la risa o nos indica en qué momento hay que reírse. Podéis leer más sobre ello en Los bloggers de viaje del futuro te harán vivir lo que ellos viven.
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Vía: XatakaCiencia

4 comentarios:

  1. Todo se contagia (menos la hermosura).

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  2. Tampoco soporté nunca las risas enlatadas, bah, esas cosas de los americanos...
    Lo del bostezo es verdad ¡cómo se pega!, jaja
    Besos.

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  3. Mi mejor enemigo ve muchas tertulias de radio y televisión, se lo recomendé yo.
    ¿Será bastante?
    Un abrazo

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