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Maximiliano Kolbe: "uno más entre tantos millones"
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A fines de julio de 1941 se fugó un preso del campo de concentración de Auschwitz. El sargento polaco Franciszek Gajowniczek, de 40 años de edad, uno de los prisioneros, narró así su experiencia de aquel verano de 1941:
Yo era un veterano en el campo de Auschwitz; tenía en mi brazo tatuado el número de inscripción: 5659. Una noche, al pasar los guardianes lista, uno de nuestros compañeros no respondió cuando leyeron su nombre. Se dio al punto la alarma: los oficiales del campo desplegaron todos los dispositivos de seguridad; salieron patrullas por los alrededores. Aquella noche nos fuimos angustiados a nuestros barracones. Los dos mil internados en nuestro pabellón sabíamos que nuestra alternativa era bien trágica; si no lograban dar con el escapado, acabarían con diez de nosotros. A la mañana siguiente nos hicieron formar a todos los dos mil y nos tuvieron en posición de firmes desde las primeras horas hasta el mediodía. Nuestros cuerpos estaban debilitados al máximo por el trabajo y la escasísima alimentación. Muchos del grupo caían exánimes bajo aquel sol implacable. Hacia las tres nos dieron algo de comer y volvimos a la posición de firmes hasta la noche. El coronel Fritsch volvió a pasar lista y anunció que diez de nosotros seríamos ajusticiados.
A la mañana siguiente, Gajowniczek fue uno de los diez elegidos por el coronel de las SS (nazismo) Karl Fritsch para ser ajusticiados en represalia por el escapado. Cuando Franciszek salió de su fila, después de haber sido señalado por el coronel, musitó estas palabras: «Pobre esposa mía; pobres hijos míos».[3] El padre Maximiliano estaba cerca y lo oyó. Enseguida, dio un paso adelante y le dijo al coronel: «Soy un sacerdote católico polaco, estoy ya viejo. Querría ocupar el puesto de ese hombre que tiene esposa e hijos».[4] El oficial nazi, aunque irritado, finalmente aceptó su ofrecimiento y Maximiliano Kolbe, que tenía entonces 47 años, fue puesto, junto con otros nueve prisioneros, en ayuno obligado para que muriera. Los diez condenados fueron recluidos en una celda subterránea el 31 de julio de 1941.Franciszek Gajowniczek[2]
Pero como —tras padecer tres semanas de hambre extrema— el 14 de agosto de 1941 aún sobrevivía junto a otros tres condenados y los oficiales a cargo del campo querían dar otro destino a la celda, Kolbe y sus tres compañeros de celda fueron asesinados administrándoles una inyección de fenol. Los cuerpos fueron incinerados en el crematorio del campo.[5] [6] Incluso en prisión y también en la celda de hambre, celebró, mientras pudo, todos los días la Santa Misa, distribuyendo la Comunión a otros prisioneros: el pan dado a los prisioneros era ácimo (sin levadura), podía ser utilizado para la Eucaristía; guardianes que simpatizaban con él le hacían llegar el vino.
En agosto de 1945, en el final de la Segunda Guerra Mundial, la ciudad de Nagasaki, donde Kolbe tenía una de sus imprentas, fue destruida por la bomba atómica. Todos los trabajadores fallecieron más tarde, pero la imprenta quedó incólume.
El papa Pablo VI lo declaró beato en 1971; a la fiesta asistió Franciszek Gajowniczek (de 70 años), el hombre por el cual Kolbe había ofrendado su propia vida treinta años antes. El 10 de octubre de 1982, el papa Juan Pablo II canonizó a éste ante una multitud de polacos. Posteriormente fue nombrado patrón de los radioaficionados a petición de los radioaficionados polacos.
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Datos de Wikipedia
Siempre me interesa la Historia, y estos hechos, ya pertenecen a ella.
ResponderEliminarBesos y salud
Genín, menos mal que la mayor parte de la gente no piensa como usted cuando lee un acto de bondad tan inmenso como el de éste párroco católico del que habla el texto...
ResponderEliminarBueno, a decir verdad, espero que así sea, que la mayor parte de la gente no diga "a rey muerto, rey puesto" hablando de una masacre en la que murieron 14 millones de PERSONAS, entre ellas disidentes políticos, eslavos, homosexuales, discapacitados, testigos de Jehová y criminales comunes. Ojalá no esté equivocada...
ResponderEliminarEn nombre de los 6 millones de judios asesinados en los Campos de exterminio como Auschwitz, de corazón gracias por este recordatorio.
ResponderEliminarSí, conviene recordar siempre, loco. Y no olvidar nunca. Un abrazo.
ResponderEliminarEsos hechos -concretamente- sí han pasado a la Historia ¡afortunadamente!, lo que no es óbice para reclamar el derecho a no olvidar a quienes murieron.
ResponderEliminar"Quien olvida su historia está condenado a repetirla", así reza un letrero en la entrada del bloque 4 del campo de exterminio Auschwitz I, el mismo que liberó el ejército ruso hoy hace 67 años.
Comprendo qué quieres decir, Genín, con que estos hechos ya pertenecen a la Historia. Pero te voy a contar un secreto: si tuviese que dar mi vida por alguien, estoy preparada mental y espiritualmente
Abrazo a todos
Pues yo tendría que verme en la situación para poder decir qué haría. Porque el instinto de supervivencia es, a veces, más fuerte que la razón. Que, animalitos instintivos somos, aunque nos pasemos la vida presumiendo de racionalidad.
ResponderEliminarAl menos, eso creo.
Qué historias tan terribles y que desconocemos habrían pasado en aquellos campos de concentración. Lo mismo que hechos dignos de mención como el de Maximiliano Kolbe.
ResponderEliminarEsto demuestra que incluso en las situaciones más críticas es posible encontrar un alma caritativa y generosa.
Pienso que es necesario recordar la historia para aprender de ella y evitar que masacres como esta se repitan.
Besos
Haces bién en hacernos memória de estos, horribles hechos, que algunos, aún se empeñan en negar.
ResponderEliminarTe doy las gracias, muy encarecidamente.