El Mundo - EDUARDO SUÁREZ desde Londres - 5 de enero
De no ser por la vela, Hilary Lister no habría sobrevivido a su enfermedad. Y no porque ésta la hubiera abatido sino porque ella misma habría puesto fin a su sufrimiento. Tetrapléjica, encerrada en casa y sin ilusiones, en 2003 había escrito cartas de despedida y había investigado la dosis de morfina que necesitaba para morir.
Entonces apareció un ángel sin alas. Un vecino que le propuso que fuera un día a navegar con él. A regañadientes y por complacerle, Hilary dijo que sí. Y apenas se hizo a la mar, había resucitado. "Me envolvieron hasta el cuello en una silla de jardín, me pusieron un tablón en las piernas y otro en la espalda y empezamos a navegar en el Lago Westbere", recuerda, "de pronto podía sentir el movimiento del agua contra el barco y no sentía el dolor. Los pájaros cantaban, el sol brillaba y pensé: 'Ya está'. Acababa de encenderse de nuevo la luz dentro de mí. Le había vuelto a encontrar un sentido a mi vida".
Hilary Lister, en su velero.
Desde entonces Hilary ha vivido casi sólo para la vela y ha afrontado con éxito diversos desafíos. En agosto de 2005 se convirtió en la primera tetrapléjica en cruzar en solitario el Canal de la Mancha y en julio de 2007 dio la vuelta en su barco a la isla de Wight.
En 2009 acometerá el reto que se le resiste: rodear ella sola Gran Bretaña a bordo de su velero. Hilary ya lo intentó el verano pasado pero se quedó a medias: sabotearon la hazaña el mal tiempo y los problemas técnicos. Este año se ha pertrechado mejor y cree que lo puede lograr: "Quizá fracase también esta vez y quizá muera pero sin la vela habría muerto sin hacer ruido en un rincón. Si muero en el mar, moriré al menos haciendo lo que me gusta".
Deseosa esta vez de completar su reto, Hilary navegará esta vez en una versión mejorada de su Artemis 20: un barco dotado de un sistema que le permite mover el timón y las velas a base de soplar y aspirar tres tubos. Al aspirar uno de ellos, Hilary hace girar el barco a estribor. Al soplarlo, hace que ponga la proa a babor. El segundo tubo controla las velas de un modo similar. El tercero controla la coordinación entre las dos velas.
Ayudada por los tubos y por un ordenador de a bordo, la idea es que Hilary avance durante el día y que al caer la tarde sea remolcada a puerto. Así cada día hasta completar la ruta.
Hilary no nació tetrapléjica. Fue descubriendo su distrofia muscular poco a poco y dolorosamente. Al principio era una niña que no paraba quieta: le daba al fútbol, al hockey, a la piragua, al rugby y a la hípica. Con 11 años empezaron a dolerle las rodillas y con 15 dejó súbitamente de andar.
Decidió entonces dejar el deporte y centrarse en sus dos sueños infantiles: convertirse en bioquímica y aprender a tocar el clarinete. Los dos los cumplió. El primero, sacando plaza en el Jesús College de Oxford pese a haber preparado el examen de acceso por su cuenta tras tener que dejar el internado por su silla de ruedas. El segundo, ganando una beca que la llevó a iniciar una gira de conciertos por Europa y a tocar en el Royal Albert Hall.
Todo se vino abajo poco después de su boda, en 1999, cuando sus brazos perdieron definitivamente la movilidad. Incluida una incipiente carrera como nadadora paralímpica, que acababa de arrancar con tesón y cabezonería. Sin clarinete ni bioquímica ni natación, Hilary creyó que su vida se había acabado. Hasta que descubrió la vela.
Hoy vive con su esposo Clifford y su perro labrador en una casa adaptada donde abre la puerta, descuelga el teléfono o cambia los canales de la tele con un interruptor accionado en la frente. Hilary toma 25 analgésicos al día, se atiborra a analgésicos para sobrellevar sus dolores musculares y sólo puede mover el cuello, los labios y los ojos. Suficiente para esbozar una sonrisa y mantenerse a flote.
joé joé joé... una historia conmovedora.
ResponderEliminarUn ejemplo para cuando nos viene la "pájara"...
ResponderEliminar¡Qué lección de vida! gracias a Dios que tuvo la oportunidad de descubrirlo.
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