Un anciano sabio vivía en lo alto de una montaña. Tenía dos jóvenes discípulos, muy deseosos de aprender e inteligentes. El sabio siempre respondía a todas las preguntas sin dudar. Jamás dudaba. Con el tiempo los discípulos decidieron inventar una pregunta que él no pudiera responder.
Uno de los jóvenes capturó una mariposa azul y dijo al otro:
- Voy a esconder la mariposa en mi mano derecha. Le preguntaré al maestro si está viva o muerta. Si dice que muerta, abriré la mano y la dejaré volar. Si dice que viva, la apretaré y la aplastaré. Cualquiera que sea su respuesta ¡será una respuesta equivocada!
Vieron llegar al anciano. Era el momento.
-Tengo una mariposa azul -se dirigió a él aquel joven-. Dígame, maestro, ¿está viva o muerta?
-Depende de ti -sonrió calmadamente el sabio-. ¡Ella está en tus manos!
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