Es cierto que 40 años después del asesinato de M.L.King las barreras racistas siguen sin desaparecer.
Pero también es cierto que "algo" se ha movido en América del Norte; sí, cabe la posibilidad de que un negro (no acepto la expresión "de color") digo un negro, sea candidato directo a la presidencia "de la mayor potencia del mundo". Cabe la posibilidad, incluso, de que sea una mujer. Sí, la ex primera dama. ¡¡Y ambos demócratas...qué cosas!!
Claro que todo depende de que el candidato republicano (el mismo partido que gobierna y guerrea en la actualidad) no encandile a los votantes hacia sus intereses y les convierta a ambos en "mera anécdota histórica".
Barack Obama, que así se llama el candidato negro, puede convertirse en el avalista que permita a la población negra de su país cobrar el famoso "pagaré sin fondos" que -aquel glorioso 28 de agosto de 1963- recriminó M.L.King haber recibido de quienes tenían la obligación de cumplir y hacer cumplir la Constitución y Declaración de Independencia: "la promesa de que a todos los hombres, les serían garantizados los inalienables derechos a la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad."
Hillary Clinton, que así se llama la mujer, debe luchar contra toda una historia machista de un continente que necesita, urgentemente, un cambio de rumbo en su política exterior y ¡por supuesto, interior!. Debe luchar así mismo contra el puritanismo de una sociedad que no perdona que el mundo se entere de sus trapos sucios en lugar de no perdonar que se ensucien sus trapos y los trapos de los demás.
Mientras esperamos a quien elegirán los demócratas para que les lleve a la Casa Blanca, vamos viviendo las angustias de una economía en retroceso, una guerra vergonzosa (como todas, pero ésta más), un mundo cada vez más violento y fundamentalista (no sólo islámico), un mundo más dividido (a pesar de la aldea global), una constante amenaza de cataclismos...
Y esperamos porque, a pesar de todo, seguimos creyendo, como M.L.King, que: "Cuando repique la libertad y la dejemos repicar en cada aldea y en cada caserío, en cada estado y en cada ciudad, podremos acelerar la llegada del día cuando todos los hijos de Dios, negros y blancos, judíos y cristianos, protestantes y católicos, puedan unir sus manos y cantar las palabras del viejo espiritual negro: "¡Libres al fin! ¡Libres al fin! Gracias a Dios omnipotente, ¡somos libres al fin!"
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