Hoy es uno de esos días de otoño típicos en mi zona -cercana al Estrecho de Gibraltar- con vientos racheados y molestos, traicioneros y cansinos, nuestro viento de levante.
Por el frontal de la casa veo las palmeras agitarse y doblarse peligrosamente hacia un costado que -afortunadamente- no es donde estoy. Esas palmeras están cuajadas de dátiles ocres, verdoso-anaranjados. Las veo a través del cristal -opaco por la lluvia y el salitre- y le crea un halo turbio de misterio.
Por la trasera de la casa veo el mar y hoy ruge encabritado acercándose peligrosamente a la zona habitada que, aún guardando las distancias oportunas, está demasiado cerca de la orilla, cuando está en calma así que hoy ¡imagina!.
El viento, ese eterno acompañante en mis costas, con más o menos intensidad, hoy -con sus 50 km/h- tendrá algo de muy bueno: no habrá pateras, cayucos que acerquen a inmigrantes en busca de "el dorado" europeo, a la caza del "sueño americano a la española", que tantas y tantas vidas ha dejado en nuestras playas, costas y mares.
Pero ese mismo viento deja varadas, en las playas y puertos, las embarcaciones pesqueras que no podrán salir a faenar.
Ese viento, que algún "gracioso" definió como "el aire en movimiento" hoy no puede borrar la sonrisa de mi cara -aunque la jaqueca anda rondándome- hoy lo veo a través de los cristales.
Ventajas de la convalecencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
El loco está abierto a todas las opiniones,
respeta y pide respeto en los comentarios...
Gracias por compartir tus locuras...