Recuerdo su muerte, oída a hurtadillas -en la todavía "España de Franco" en una emisora de radio clandestina- y llorada con lágrimas silenciosas e impotentes de mis 17 años cumplidos. Era septiembre. Era el crepúsculo del color ardiente del verano y el inicio del ocre otoñal.
Desgasté el LP de tanto escucharlo.
Por aquí hubo gente que se alegró de su asesinato. Fue el estallido de la única neurona sana que había en mi cabeza...
Hoy estamos en tiempo de Cuaresma y he recordado la pasión y muerte de un hombre que lo dio absolutamente todo por su pueblo chileno, por su gente pobre del campo y la fábrica, por el derecho a vivir en paz de todos los pueblos y todas las gentes.
Pincha en la foto si quieres oír la "Plegaria a un labrador".
Creo en tu resurrección, Víctor.
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